
Una tarde de sábado, un sábado que promete, y promete diversión con amigos, con buenos amigos, buena comida, buen vinito, y seguramente copas después, copas divertidas y bailongas.
Curiosamente, regreso de dar un paseo con las perras, hacerme con algunos pastelitos para la merienda, y camino bajo las primeras amenazantes gotas de tormenta mientras pienso en la noche por venir. Celebramos mi cumpleaños, mes y medio casi después, pero eso en el fondo es lo de menos, lo de más es lo que no se ve, lo que solo ella y yo sabemos. Las nenas vienen a tomar un aperitivo a casa, previo a la cena en un restaurante cercano, testigo ya de numerosas celebraciones y otros actos, unos martinis bien preparados por mi por supuesto. Y según giro la llave de la reja exterior de casa, me asalta una visión fugaz, solo un momento en mi mente, pero lo suficientemente claro y conciso para permanecer ahí como una imagen en negativo de una fantasía imposible.
Visualizo la situación, saludos, besos, risas, complicidad amiga en definitiva. Cariño ponles un martini, y otro a mí, los martinis que recorren el camino de la botella al vaso en la cocina, frío hielo, aderezo de limón, aceituna sugerente, y de nuevo de camino al salón. Sentados comentamos, contamos, desahogamos nuestras mentes, reímos y divagamos. Se nos hace tarde, bajamos juntos al restaurante, risas, más besos.
Y en negativo, como un destello de una antigua película muda en blanco y negro con todas sus tonalidades de gris, visualizo otra situación. Quizá reminiscencia de otra ya ocurrida, a todo color, en otro tiempo y otro lugar que ahora parecen no haber existido, sin embargo quedaba en mi memoria aunque no fuera capaz de saberlo.
Visualizo la situación, saludos, besos, risas, complicidad amiga de nuevo, más profunda e intensa. Ponles un martini y otro a mí, de nuevo frío hielo, aderezo de limón y aceituna sugerente, con el añadido de mi desnudez, no total, por el collar y otros accesorios que adornan mi anatomía, para disfrute y risas de ella y sus amigas. Placeres intuidos, cuerpos insinuantes impregnados del aroma visceral del sexo, posibilidades infinitas ante unos ojos curiosos.
En otra ocasión la velada acabo como el rosario de la aurora, cuerpos marcados, sudor, alcohol y sexo a partes iguales, risas y gritos, placeres y dolores inseparablemente fundidos, en un salón barroco quedamente iluminado por infinidad de reflejos llameantes, reflejos de colores sobre un cuerpo aceitado de hombre, postrado sobre una antigua mesa de patas labradas, acariciando muñecas y tobillos, asemejando el sacrificio a las diosas presentes.
En esta ocasión la velada no acabará nunca, será interminable e indefinible. Porque las posibilidades aún no han sido siquiera atisbadas en las mentes, incapaces de abarcar el amplio espectro de posibilidades que se les ofrecen.
Es lo que ocurre con los sueños.
1 comentario:
No te escribí en la tarjeta, porque no había. Así que te lo dejo aquí.
Un día cualquier entraste en mi vida de la mano de una persona muy importante para mi. Desde entonces tienes un hueco en mi corazón y mi sincera amistad. Entonces no te conocía y... a día de hoy tu mirada a veces penetrante y siempre directa me recuerda que en el fondo sigo sin conocerte. Esa mirada me sigue fascinando y me sugiere misterios guardados (que no tienen por qué ser revelados nunca... al menos a mi) pero cada vez que la veo sonrío y pienso en los años que me quedan para conocerte más y me divierte la idea de intentar descifrar parte de tus misterios ocultos...
Un besazo,
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