lunes, 19 de mayo de 2008

Preguntas



¿Tienes miedo?, un poco si para que engañarnos.
Estas palabras en el curso de una larga e intensa conversación durante la cena fueron el preludio de lo que luego pasaría a ser realidad. Miedo si, por dentro y por fuera, a ella y sus reacciones, siempre imprevisible, más tratandose del asunto que ibamos a tratar.

Una sesión de… ¿venganza?, no, no venganza, quizá resarcimiento, ella dijo que para pasar página y abrir nuevas puertas. Así planteado daba miedo, hay que reconocer que me tenía un poco acojonado como se dice vulgarmente, miedo a su modo de canalizar esos sentimientos tan dentro de ella para sacarlos fuera, cómo se vengaría, qué clase de sufrimiento, o no, iba a regalarme aquella noche…

La respuesta llego tras la cena, un paseo de vuelta a casa, llegar, preparar las cosas. Me vendó los ojos y me puso el collar, y me llevó al salón, a cuatro patas como su chucho que soy por supuesto. Oía una silla moverse, colocada en posición estratégica, me hizo sentar en ella y ató mis tobillos a las patas y a su vez a mis muñecas unidas tras el respaldo. Me quitó la venda y entonces empezó todo. Una potente luz me miraba desde el ángulo superior izquierdo, de manera que poco podía ver, y menos a ella, cuya figura intuía detrás, acomodada en el sofá, apenas por sus palabras y el ruido de sus tacones al andar.

Preguntas, muchas preguntas, hechas en tono de reproche, queriendo saber, o mejor dicho queriendo entender las respuestas. Respuestas que cortan con el filo de cuchillos mordidos por las muescas del dolor pasado, muescas que se clavan con cada palabra, cada mirada, cada presión sobre mi sexo expuesto. Intenso interrogatorio que no desearía ni a mi peor enemigo, no por su dureza sino por las preguntas, por el recuerdo de un pasado no muy lejano cuyas marcas tratamos aún hoy de borrar. Sufrimiento y dolor no expresados por los cuerpos, pero visibles en las mentes, presentes como si fuera ahora, en este momento, como si todo estuviera ocurriendo de nuevo. Revivir dolores es aún más doloroso que haberlos vivido, sufrir por el sufrimiento ajeno, por ti, por tus sentimientos comprendidos, por las verdades no dichas, tu dolor, ahora vuelve y ahora es mío. Algunas preguntas duelen especialmente, porque no tienen respuestas, o quizá porque conozca esas respuestas pero no quiero saberlas.

Intensidad terminada con más intensidad, preguntas seguidas de respuestas, y al final tus besos, tus caricias, tus tequieros. Otra página del libro pasada, un descenso al rellano de tu escalera que era necesario para volver a subir y pisar nuevos escalones, con más brío, con decisión ahora, no titubeas ya porque sabes lo que quieres.

Y lo que quieres es seguir subiendo. Llegar donde quieras llegar, hasta donde tus deseos te lleven, donde mora tu oscuro lado y se hacen realidad tantos sueños imposibles antes.

sábado, 17 de mayo de 2008

¿Cenamos?





Una tarde de sábado, un sábado que promete, y promete diversión con amigos, con buenos amigos, buena comida, buen vinito, y seguramente copas después, copas divertidas y bailongas.

Curiosamente, regreso de dar un paseo con las perras, hacerme con algunos pastelitos para la merienda, y camino bajo las primeras amenazantes gotas de tormenta mientras pienso en la noche por venir. Celebramos mi cumpleaños, mes y medio casi después, pero eso en el fondo es lo de menos, lo de más es lo que no se ve, lo que solo ella y yo sabemos. Las nenas vienen a tomar un aperitivo a casa, previo a la cena en un restaurante cercano, testigo ya de numerosas celebraciones y otros actos, unos martinis bien preparados por mi por supuesto. Y según giro la llave de la reja exterior de casa, me asalta una visión fugaz, solo un momento en mi mente, pero lo suficientemente claro y conciso para permanecer ahí como una imagen en negativo de una fantasía imposible.

Visualizo la situación, saludos, besos, risas, complicidad amiga en definitiva. Cariño ponles un martini, y otro a mí, los martinis que recorren el camino de la botella al vaso en la cocina, frío hielo, aderezo de limón, aceituna sugerente, y de nuevo de camino al salón. Sentados comentamos, contamos, desahogamos nuestras mentes, reímos y divagamos. Se nos hace tarde, bajamos juntos al restaurante, risas, más besos.

Y en negativo, como un destello de una antigua película muda en blanco y negro con todas sus tonalidades de gris, visualizo otra situación. Quizá reminiscencia de otra ya ocurrida, a todo color, en otro tiempo y otro lugar que ahora parecen no haber existido, sin embargo quedaba en mi memoria aunque no fuera capaz de saberlo.

Visualizo la situación, saludos, besos, risas, complicidad amiga de nuevo, más profunda e intensa. Ponles un martini y otro a mí, de nuevo frío hielo, aderezo de limón y aceituna sugerente, con el añadido de mi desnudez, no total, por el collar y otros accesorios que adornan mi anatomía, para disfrute y risas de ella y sus amigas. Placeres intuidos, cuerpos insinuantes impregnados del aroma visceral del sexo, posibilidades infinitas ante unos ojos curiosos.

En otra ocasión la velada acabo como el rosario de la aurora, cuerpos marcados, sudor, alcohol y sexo a partes iguales, risas y gritos, placeres y dolores inseparablemente fundidos, en un salón barroco quedamente iluminado por infinidad de reflejos llameantes, reflejos de colores sobre un cuerpo aceitado de hombre, postrado sobre una antigua mesa de patas labradas, acariciando muñecas y tobillos, asemejando el sacrificio a las diosas presentes.

En esta ocasión la velada no acabará nunca, será interminable e indefinible. Porque las posibilidades aún no han sido siquiera atisbadas en las mentes, incapaces de abarcar el amplio espectro de posibilidades que se les ofrecen.

Es lo que ocurre con los sueños.